viernes, 30 de diciembre de 2011

EDITORIAL REVISTA PALABRA DE MAESTRO
LA INCLUSION SOCIAL SOLO SE CONSIGUE DANDO EDUCACION
    La mayoría de autores coinciden en que la exclusión es un fenómeno social estructural, dinámico, multifactorial y politizable. Estructural, ya que hace referencia a las desigualdades sociales a través de la historia; dinámico, en cuanto a su carácter cambiante respecto a personas y colectivos sociales; multifactorial, porque es debido a un cúmulo de circunstancias desfavorables e interrelacionadas; y politizable porque es abordable desde las políticas públicas o sociales.

Al finalizar la década de los 90, más allá de los avances sectoriales, en el Perú, nos encontramos con una sociedad más pobre y desigual, esta situación se agravo por la situación de fragilidad social y que en el campo político reflejó el debilitamiento de las bases de legitimidad, afectando directamente  a los modelos hasta ahora vigentes de organización. Esta brecha, adquiere mayor dimensión cuando corroboramos que, ante la complejidad de los nuevos patrones de organización social y económica , lejos de generarse más igualdad e integración social, se ha provocado un incremento del malestar y la incertidumbre, un aumento de las desigualdades, una ampliación de los sectores vulnerables y de los excluidos, una disparidad de oportunidades y una inestabilidad laboral cuyo impacto se ha traducido en un acceso desigual a servicios como la educación, la salud, la protección social, el agua o la electricidad.

En este contexto, la experiencia de un gran número de países, ha desmentido la identificación taxativa del desarrollo con el crecimiento económico, una premisa cuya evidencia parecía estar fuera de toda duda en los inicios de la década de los 90. Más bien, se ha insistido con énfasis en que no sólo el rendimiento económico, sino el desarrollo mismo, dependen del desarrollo social, de la reducción de la desigualdad, de la eliminación de la discriminación y de una serie de factores que exceden el mundo económico.

Nuestro país tendrá pues, que definir estrategias de desarrollo integrales para insertarse críticamente en el nuevo contexto, contemplando los problemas de inclusión (deuda social) los problemas del presente (deuda externa, privatización, restricción del empleo y gasto público) y los desafíos del futuro (las nuevas tecnologías).

En estos escenarios, las políticas educativas, en tanto que políticas sociales, se mantienen como condición básica e insustituible para posibilitar la estabilidad democrática, la integración y la equidad social e incluso el desarrollo económico. El Foro Mundial de Educación, celebrado en Dakar en abril de 2000, dejó claro que "la educación es un derecho humano fundamental, y como tal es un elemento clave del desarrollo sostenible y de la paz y estabilidad en cada país y entre las naciones, y, por consiguiente, un medio indispensable para participar en los sistemas sociales y económicos del siglo XXI afectados por una rápida mundialización".

A decir de uno de los economistas mas requeridos en la actualidad, Andrei Shleifer, profesor de la Universidad de Harvard:“La verdadera inclusión social solo se logra proporcionando educación a los más pobres y no dándoles dinero” ,esta es una estrategia para la inclusión social que debe asumir el gobierno actual ya que proporcionar, entre otros, saberes como: aprender a aprender de forma autónoma y continua; adaptarse a los cambios; construir conocimiento dotando de significación a la información que nos rodea en los contextos tecnológicos actuales; mostrar capacidad proactiva y emprendedora, interés e implicación en proyectos colectivos; estar en posesión del conjunto de habilidades y recursos que puedan permitirnos buenos niveles de convivencialidad en nuestra sociedad diversa; estar entrenado en la construcción de nuestro yo; saber reflexionar sobre cuestiones sociomorales y participar en la toma de decisiones que afecten no sólo a nuestros intereses particulares sino también a los de carácter colectivo; son necesarias para el cambio que requerimos.

En esta nueva época, más que nunca, el Perú debe recurrir a la educación como plataforma de rescate de los que menos tienen. No hay justicia social sin inclusión, y no puede haber inclusión sin un sistema escolar que sea equitativo para todo. De igual modo, el crecimiento sostenido de la macroeconomía debe ir acompañado de un genuino desarrollo humano, tanto en lo individual como en lo colectivo. Resulta esencial así que la educación vuelva a ser el instrumento dinamizador de la movilidad social ascendente que supo ser en tiempos de nuestros padres y abuelos.

El Perú del Bicentenario debe convertir a la escuela en su principal vehículo de inclusión social, al asumir el Estado la responsabilidad de desarrollar políticas públicas que aseguren una educación gratuita, equitativa y de calidad para todos los ciudadanos.

VICTOR PACO ACASIETE

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